Viajes en autobús de siete días, maletas llenas de dulces y despedidas de amigos: mujeres jóvenes comparten cómo es huir de la crisis en Venezuela

María Rendo  | 

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Cuatro millones de personas han abandonado el país a medida que la crisis económica y humanitaria empeora. 

En 2017, Katiuska, de 18 años, esperaba comenzar sus estudios en la Universidad de Carabobo en Venezuela. En cambio, se encontró empacando todas sus posesiones en una maleta y huyendo de su hogar.  

Al igual que Katiuska, cuatro millones de personas han abandonado Venezuela en los últimos cinco años debido a la creciente crisis económica y humanitaria. Después del colapso de la economía en el año 2014, el valor de la moneda del país se desplomó y se volvió prácticamente inútil. Esta hiperinflación ha causado altas tasas de desempleo, crímenes violentos y hambre.

Nueve de cada 10 hogares en Venezuela no tienen suficiente dinero para comprar alimentos. La gente ha recurrido a robar para mantener a sus familias, otros recurren al secuestro para comprar suministros con el dinero que extorsionan. Las encuestas Gallup recientes nombraron a Venezuela como el país más peligroso del mundo.

Cuatro mujeres jóvenes que huyeron de Venezuela a otras partes de América Latina hablaron sobre su decisión de dejar sus hogares, los desafíos de reconstruir sus vidas y lo que desean que el resto del mundo sepa sobre la crisis en Venezuela. Lean sus respuestas a continuación.


Katiuska, 20 años. Ahora vive en Lima, Perú

(Cortesía de Katiuska)

(Cortesía de Katiuska)

¿Por qué decidiste irte de Venezuela? 

La razón por la que decidí irme de Venezuela no necesita explicación cuando vives en ella durante lo que está atravesando. Las personas jóvenes sentimos que no tenemos otra opción. En mi caso, quiero trabajar para poder pagar mis estudios y en Venezuela eso no sería posible. Además de ello, la inseguridad que se vive no te permite tener libertad de disfrutar con tus amistades en paz, en las calles sólo se halla peligro. 

¿Cómo te sentiste cuando te estabas yendo? 

Creo que la palabra que puede definir bien cómo me sentí en ese momento es “rota.” Sentía que no quería irme, y menos sin saber cuándo volvería a ver a mi familia, amigos, vecinos, mascotas y más. Es dejarlo todo por un futuro incierto. Tenía miedo pues no sabía que me estaría esperando en una nación que no conocía, tendría que aprender sobre una nueva cultura, añadir nuevas palabras a mi vocabulario, entender y respetar que no todos somos iguales y que en un nuevo país siendo inmigrante no eres el invitado especial, de hecho, eres ese a quien nadie invitó y muchos te lo harán saber. Pero por sobre todas estas emociones y sentimientos encontrados yo me sentía esperanzada porque estaría un escalón más cerca a alcanzar mis metas.

Cuéntanos sobre tu viaje. 

Emigrar es un proceso complicado porque te das cuenta de que llevarte tu vida en una maleta es un tanto imposible. Decidir qué llevar fue una de las cosas más complicadas porque cuando lo piensas suena fácil “lleva lo importante,” pero cuando piensas en cuánto tiempo podrás estar lejos de casa todo se vuelve importante, desde un libro que te regaló un ser querido hasta una carta que lleva años guardada. En mi maleta pude llevar fotos de mi familia (muchas) además de los artículos básicos y dulces que nos caracterizan, los cuales sabía de antemano que no podría conseguir en otro lugar. 

Para viajar desde Venezuela al gran Perú, nosotros — mi mamá, mi novio y yo — hemos recurrido a buses, puesto que su costo era muy por debajo del costo aéreo. La ruta que utilizamos fue la siguiente: Maracay a Cúcuta, Cúcuta a Bogotá, Bogotá a Cali, Cali a Ipiales, Ipiales a Ecuador, Ecuador a Tumbes, Tumbes a Lima. Este proceso demoró unos 7 días, en los cuales pudimos ducharnos sólo dos veces. Es por mucho la experiencia más difícil que he vivido.    

¿Qué te gustaría que la gente sepa sobre el éxodo de refugiados venezolanos? 

Para todas aquellas personas que nos juzgan: Sé que no todos conocen la situación por la que estamos pasando, sé que otros países han tenido crisis, sé que es difícil que muchos extranjeros lleguen a tu país y ocupen empleos que se supone que son para ustedes. Sé que los venezolanos podemos ser ruidosos, y a veces demasiado alegres… El punto es que estamos pasándola mal y sólo queremos un apoyo, una mano amiga. Esto es pasajero, y como nos pasó a nosotros, puede pasarle a cualquiera. En Perú la tasa de venezolanos que cometieron suicidio en el año 2018 fue alta, tanto que tuve miedo por mis amigos, conocidos y familiares en el exterior. Es un mal momento para nosotros como sociedad. Necesitamos toda la ayuda posible y sobre todo mucho amor.


Sofía, 25 años. Ahora vive en Buenos Aires, Argentina

(Cortesía de Sofía)

(Cortesía de Sofía)

¿Por qué decidiste irte de Venezuela?  

Estaba por la mitad de la carrera allá cuando en febrero del 2014 tomé la decisión de que me tenía que ir porque justo en ese momento hubieron muchísimas protestas. No podía salir a la calle, estaba muy complicado ir a estudiar y volver a tu casa. Daba mucho miedo subir al transporte público. Yo antes iba y venía a la universidad en subte pero llegó un punto que se volvió muy inseguro porque estaban secuestrando muchísimo y habían muchísimas calles cortadas. Yo no tenía auto entonces tenía que buscar un amigo que me pudiese llevar y traer a la facultad. Te daba miedo salir a la calle de noche, salías a la calle pensando “me pueden matar, me puede pasar algo, me pueden secuestrar.” Hay tan poquitos autos en la calle que el que sale es el que te termina secuestrando.   

¿Cómo te sentiste cuando te estabas yendo? 

Es complicado. Depende de la situación en la que te estás yendo. Cuando yo me fui todavía estaba la posibilidad de irse con algo de plata ahorrada o con dólares. Mi mamá vino a visitarnos al mes más o menos para ayudarnos a asentarnos y nos pudo traer dólares. Entonces pudimos alquilar un departamento, comprar los muebles, empezar a armar todo como para que mi novio y yo nos quedáramos acá y no fuese tan rudo. 

La otra pata es que también yo acá estaba medianamente rodeada de familia, que no es mi familia más cercana pero es familia al fin y al cabo. Entonces no te sientes tan solo. 

Yo siento que hay mucha gente que vino completamente sola, sin conocer a nadie, sin conocer el lugar. Están totalmente en una situación distinta a la mía.

¿Qué extrañas de Venezuela?

A mi me pasa que extraño mucho la playa. Es muy raro. Obviamente extraño mucho a mi familia pero hace poquito me logré ver con mi mamá. Con mi papá y mi hermano sí que no me veo hace dos años porque hace un poco más de dos años que no viajo para allá. Además de obviamente la familia, lo que más extraño son las playas porque es algo tan tuyo y algo tan característico. Cada vez que sale un finde largo, o tal vez un domingo, te quieres ir a la playa y te vas. 

El tema de la comida al principio sí, me hacía mucha falta comer cosas que me gustaran y que me recordaran a mi casa. Pero al toque empezó a llegar muchísima gente [de Venezuela] y empezaron a hacer varios sitios de comida venezolana y vender empanadas, arepas, cachapas, todo. Entonces ese componente empiezas a extrañarlo menos porque lo tienes bastante más a la mano. 

¿Te quedarás aquí o tienes otro destino en mente?

Yo no me quiero quedar. Mi plan es terminar la carrera y me voy a otro lado. Pasa que cuando uno ya tuvo la experiencia de irse, después de instalarse en el nuevo lugar también llega un momento que le dan ganas de irse de nuevo. Quiero conocer más lugares. Todavía no sé a dónde, ni cuándo, ni cómo pero definitivamente a finales del año que viene quiero estar en otro lado.


Camila, 14 años. Ahora vive en Cúcuta, Colombia

(Cortesía de Camila)

(Cortesía de Camila)

Cuéntanos sobre la decisión de tu familia de irse de Venezuela. 

Bueno eso fue algo duro para todos porque ninguno se quería ir. La situación como que nos obligó a irnos, no fue una decisión que quisiéramos tomar. Pero el día que me lo dijeron fue algo duro porque ya [había pasado] toda mi vida en el mismo ambiente. Pero la verdad me lo quise tomar bien, como un cambio para conocer nuevas personas, nuevos lugares, tener experiencias nuevas que me enseñen algo nuevo. Ya para salir de lo habitual o de lo común. Entonces me lo quise tomar bien, no tanto como el hecho de alejarme. 

¿Y cómo viniste hasta Cúcuta?

Nos vinimos en carro porque nos quisimos traer todo. Nos trajimos la casa. Eso fueron como dos días de viaje, pero en sí el proceso de la mudanza fue mucho tiempo. Hicimos paradas en el camino en Venezuela entonces también fue lindo pasar por lugares bonitos de Venezuela antes de venirnos. 

Me gustó el hecho de estar en Cúcuta porque era lo más cercano a Venezuela. Aquí hay muchas personas venezolanas entonces también eso hizo que no fuera tan fuerte [el cambio] porque de repente voy caminando por la calle y llevo una gorra de Venezuela o algo así y encuentro personas que son de Venezuela y hablamos. Es muy lindo encontrarte con personas de tu país en el exterior. 

¿Qué fue lo más desafiante de mudarte a otro país?  

Yo creo que el cambio de las personas. Ya que la forma de hablar, la forma de tratarse, cosas que tu por lo menos hacías en Venezuela y era algo muy normal y que acá a lo mejor lo toman raro o no es tan común verlo. 

Y también el hecho de que las personas a esta edad ya tienen sus vínculos de amistades, ya están unidos como personas entonces en ese proceso fue difícil como hacer amigos pero sin embargo me recibieron súper bien. O sea el primer día [en el colegio] me recibieron súper súper.

¿Qué es lo que extrañas más de tu casa? 

A mis amigos. Porque por más que me lleve bien con niñas y niños de aquí siempre está esa sensación de querer estar con mis amigos, querer estar con mi familia, de querer salir, de querer estar en Venezuela. Porque es un lugar extremadamente hermoso, tu vas por la calle y sonríes a cualquier persona y te devuelve una sonrisa. Aquí es más seriedad, tu sonríes y a lo mejor te miran raro. Pero de verdad que Venezuela es un país extremadamente hermoso con personas extremadamente hermosas. 

¿Cómo crees que la gente podría ayudar a las personas venezolanas? 

Teniendo un poco más de comprensión al momento de abordar el tema ya que para algunas personas es más delicado hablar de eso. Como que a algunas personas las afecta más y siento que a veces no se dan cuenta de que simplemente la pregunta te puede doler por el recuerdo de que no estás allá. Entonces sensibilizar un poco más a las personas como para darse cuenta de que a veces lo comentarios hieren más de lo que uno piensa.


María Fernanda, 20 años. Ahora vive en Buenos Aires, Argentina

(Cortesía de María Fernanda)

(Cortesía de María Fernanda)

¿Por qué decidiste irte de Venezuela? 

La incertidumbre de qué pasaría en un país donde la economía se quiebra a cada segundo, donde preguntas por un precio y si no lo compras en el momento, te cuesta dos y tres veces más de lo que ya preguntaste. La inseguridad de saber que corres peligro en cualquier esquina, sólo porque alguien quiere quitarte un celular. Usar el transporte público era insoportable.

¿Cómo te sentiste cuando te estabas yendo?

Me sentí vacía, sentía que dejaba toda mi vida atrás, que era una decisión tan drástica y fuerte. Me encerré en mí misma para afrontar el cambio que me esperaba. Vine a Buenos Aires con mi mamá. En realidad yo la traje aquí. Ella no quería que me fuera de Venezuela sola y yo no me quería quedar.

¿Qué trajiste contigo?

Una maleta llena de recuerdos, de buenos momentos, y con poca ropa claramente. Me aceptaban solo una maleta pero ella vino llena de lágrimas y despedidas.

¿Cuáles fueron los mayores desafíos del viaje?

Durante el viaje el mayor desafío que tuve fue sobrellevar a mi mamá, una persona que no estaba acostumbrada a salir de su zona de confort, que tenía tanto tiempo sin tomar un avión, en donde ella veía todo tan distinto. La barrera del idioma en Brasil también. Pero la juventud hace querer comunicarte sí o sí. Hasta ahora mi mayor reto en este nuevo lugar es poder cuidar de la salud mental de mi mamá.

Estas entrevistas han sido editadas y condensadas por claridad.

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María Rendo

is the communications assistant at Malala Fund. She is from Buenos Aires, Argentina and loves reading, cats and coffee.