La falta de financiamiento está afectando la educación pública en Brasil

Renata Carlos Daou  | 

Cuatro niñas de diferentes regiones geográficas de Brasil hablan sobre sus experiencias en la red pública del enseño brasileño.

Cuatro niñas de diferentes regiones geográficas de Brasil hablan sobre sus experiencias en la red pública del enseño brasileño.

Creciendo en la Comunidad Quilombola Conceição das Crioulas, una comunidad afro-brasileña que se originó alrededor del siglo XVII por personas que escaparon de las plantaciones de esclavos (estas personas y sus descendientes son conocidos como "Quilombolas") Iasmim Tayane se enorgullecía de tener una educación específica quilombola. "Estudiar en otras escuelas no es lo igual, porque la gente está allí, pero no conocemos nuestra historia, nuestros ancestros", dice Iasmim, cuya madre es profesora.  Somos una comunidad de fuerte tradición, y a menudo no se valora."

Para Iasmim, acudir a un colegio público Quilombola representaba progreso para su comunidad, pues antes no había escuelas dentro de la zona, y aquellos que deseaban completar su educación tenían que buscar otros recursos fuera de la comunidad. Sin embargo, ella cree que aún queda mucho por hacer para garantizar que la escuela pueda proporcionar a los estudiantes una educación de calidad. "A veces echo de menos tener una biblioteca", dice, refiriéndose a la ausencia de una biblioteca dentro de su escuela. "Nuestra comunidad tiene una biblioteca, pero no está abierta porque no hay libros. Tampoco tenemos cancha. Si queremos jugar, vamos a algún campo."

Nuestra comunidad tiene una biblioteca, pero no está abierta porque no hay libros. Tampoco tenemos cancha. Si queremos jugar, vamos a algún campo.
— Iasmim Tayane

La falta de infraestructura es solo uno de los problemas que afectan la educación de las niñas en Brasil. En todo el país, una brecha significativa de recursos entre escuelas privadas y públicas dificulta el acceso y la conclusión de 12 años de educación de calidad para alumnos de bajos ingresos- especialmente en comunidades negras e indígenas donde los efectos de la negligencia histórica del gobierno brasileño continúan a lo largo de las generaciones. Esta infrafinanciación de la educación pública impide que los estudiantes aprendan las habilidades necesarias para completar los exámenes de admisión en Brasil, exacerbando la brecha de la educación superior entre alumnos de escuelas privadas y públicas. En el top 10% de las escuelas con mayor puntuación en el ENEM (Examen Nacional de Enseñanza Media usado por muchas universidades como requisito de ingreso en universidades en Brasil), 18% son públicas y 82% son privadas.

La falta de laboratorios de ciencia e informática, bibliotecas y canchas deportivas en la escuela de Iasmim es compartida por la mayoría de las escuelas públicas brasileñas; un estudio de 2015 descubrió que solo el 4,5% de las escuelas públicas tienen todos los elementos de infraestructura, como energía, saneamiento básico y laboratorios que son previstos por ley en el Plan Nacional de Educación (PNE).

“Nuestra comunidad tiene una biblioteca, pero no está abierta porque no hay libros. Tampoco tenemos cancha. Si queremos jugar, vamos a algún campo,” comparte Iasmim. (Courtesía de Iasmim Tayane)

Evilyn Días, una estudiante indígena de 16 años de la etnia Kaimbé en Bahía, un estado del noreste de Brasil, sintió el impacto directo de la falta de recursos en su educación. " Una de las cosas que creo que debería estar en todas las escuelas y es importante para la salud mental de los estudiantes es el arte", relata. Pero en la escuela de Evilyn, ningún recurso se asigna a la educación artística, lo que obliga a los estudiantes y profesores a improvisar - a menudo a su propia costa. "Los profesores que están dispuestos a darnos ese tipo de trabajo terminan usando su propio salario, que ya es poco, para poder comprar los materiales." En Concepción de las Criollas, también, la falta de laboratorios o computadoras destinados al uso de los alumnos en la escuela de Iasmim coloca una carga desproporcionada sobre sus profesores. "Si necesitamos hacer algún tipo de experimento, lo hacemos en el mismo aula e improvisamos", explica Iasmim. "Los profesores siempre dicen que no podemos parar, para hacer lo que tenemos, pero hay una falta de equipamiento adecuado para hacerlo."

Amanda Arariba, una estudiante de 16 años de Pernambuco, ama todo acerca de ir a la escuela - especialmente la clase de matemáticas, donde dice que su maestro es amable y considerado cuando los estudiantes piden ayuda. Pero después de dejar su cupo estudiantil por un tiempo temporal en su primer año de secundario por el parto de su hija, Amanda no pudo volver a entrar porque la escuela no tenía más espacio. "La sala ya estaba completa de alumnos y no iban a caber más sillas para más alumnos", explica.

"Los profesores siempre dicen que no podemos parar, para hacer lo que tenemos, pero hay una falta de equipamiento adecuado para hacerlo," comparte Evilyn. (Courtesía de Evilyn Dias)

El próximo año, Amanda espera poder volver al aula y continuar su educación secundaria. Pero al regresar, ella cree encontrar los mismos problemas estructurales en su escuela que existían antes de pausar sus estudios. "La infraestructura es muy mala", dice Amanda. "Todo está oxidado, casi roto, el aire acondicionado gotea." Debido a esta mala infraestructura, explica Amanda, los estudiantes de bajos ingresos de su comunidad tienen poco incentivo para hacer el viaje difícil - y a menudo caro - a la escuela por la mañana. "Sería bueno tener un autobús escolar aquí en la región. Aquí el billete es de casi 10 reales y nadie quiere ir a la escuela por eso", cuenta. "La escuela también debe tener una merienda más fuerte; solo galletas con jugo todos los días no es bueno." Muchos de los problemas señalados por Amanda empeoraron durante la pandemia del COVID-19; por ejemplo, el 47,2% de las niñas dejaron de recibir alimentos en la escuela pública, aumentando su probabilidad de abandono.

La falta de recursos de las escuelas públicas en Brasil viene ocurriendo desde hace generaciones; Iasmim dice que ni su madre ni sus tías tuvieron acceso a una buena infraestructura. Como resultado, ella se preocupa por las futuras generaciones de alumnos Quilombolas. "En las escuelas Quilombolas, [la educación] está evolucionando, pero faltan esos detalles que van pasando de padre a hijo y nada cambia", dice. "¿Eso significa que ni siquiera mis hijos tendrán eso? ¿Un laboratorio, una sala de ordenadores?"

"Sería bueno tener un autobús escolar aquí en la región. Aquí el billete es de casi 10 reales y nadie quiere ir a la escuela por eso", comparte Amanda. (Courtesía de Amanda Arariba)

Además del problema de infraestructura, la mayoría de los profesores de la red pública de enseñanza se considera mal remunerada, con salario mínimo de R$ 2.886,24 (el equivalente a US$ 569,91 bajo la actual tasa de conversión) por mes cuando el costo de vida estimado para una sola persona es de R$ 4.981. "En las escuelas públicas, los profesores son desvalorizados - especialmente los indígenas, en términos de salario y en términos de todo lo demás", dice Evilyn. "Cuando los profesores ven un prodigio, un alumno inteligente, y jugamos 'mira al futuro profesor', El profesor ya dice, 'Dios no lo quiera, con lo malo que es.'"

Con contratos precarios, falta de progresión en el plan de carrera y salarios desproporcionados al nivel de formación, enseñar en una escuela pública no es visto como una carrera atractiva para personas educadas en Brasil. Como resultado, las escuelas financiadas por el gobierno no tienen candidatos calificados para trabajar en la educación, lo que afecta negativamente las experiencias de los estudiantes en el aula y los desanima de asistir y terminar sus estudios. "Faltan profesores que les gusta y aman enseñar, que interactúan con sus alumnos y los tratan bien a pesar de todo", dice Francielly Costa, de 17 años, que estudia en una colegio público del Amazonas. Para Francielly, abordar la brecha de financiación entre la educación privada y pública en Brasil es fundamental para mejorar la calidad de los profesores en los colegios públicas del país. "Las escuelas privadas tienen mejor inversión que las públicas", dice Francielly. "El sistema público de enseñanza puede mejorar con más inversiones y con más seriedad y dedicación de los docentes de una tal escuela, que realmente estén pensando en los alumnos y no en sí mismos, así como el gobierno."

"Faltan profesores que les gusta y aman enseñar, que interactúan con sus alumnos y los tratan bien a pesar de todo", comparte Francielly. (Courtesía de Francielly Costa)

Los efectos de la infravaloración de los profesores de los colegios públicos en Brasil son sentidos especialmente por los alumnos marginados, que tienen menor probabilidad de verse representados entre sus profesores y, como resultado, en sus currículos. La mayoría de las escuelas públicas en Brasil no enseñan historia indígena ni afro-brasileña, favoreciendo un currículo eurocéntrico que impide a los alumnos aprender sobre sus propias comunidades, como niñas en todo el país relataron en el manifiesto #MeninasDecidem (#GirlsDecide). Las niñas que han estudiado en escuelas centradas en la comunidad concuerdan en que tener profesores en el equipo con los cuales los alumnos indígenas y Quilombolas pueden identificarse es importante no solo por su impacto positivo inmediato sobre esos alumnos, pero por la preservación y continuidad de la educación histórica nacional en Brasil. "El hecho de haber crecido con esa educación indígena me hace tener el conocimiento que tengo hoy, me hace consciente de los problemas que los pueblos indígenas tienen hoy", comparte Evilyn. "Mi educación en Quilombola influyó mucho mi vida porque hoy el pensamiento que tengo viene mucho de mis profesores", concuerda Iasmim. "Cuando hablan de mis antepasados y de los que vivían en la comunidad, hablan de cómo ni siquiera sabían que tenían el poder de hablar. Hoy somos las voces de aquellos que no puedieron hablar."

El hecho de haber crecido con esa educación indígena me hace tener el conocimiento que tengo hoy, me hace consciente de los problemas que los pueblos indígenas tienen hoy.
— Evilyn Dias

La lucha para aumentar la inversión del estado brasileño en las escuelas públicas está en marcha desde hace generaciones. Y, aunque el progreso ha sido lento, muchas niñas alzan su mirada a las próximas elecciones de Brasil como una oportunidad para hacer oír sus voces y responsabilizar a los líderes por la solución de los problemas en el sistema público de educación. "A pesar de sermos jóvenes todavía, creo que tenemos una base en muchas cosas para poder ir a votar este año", dice Francielly. "Mientras estudiamos, vemos muchas cosas que antes no veíamos y ahora podemos contribuir y colaborar con un mejor futuro para nuestro país."

En Brasil, votar para mayores de 18 años es obligatorio, pero aquellos que tienen 16 años o más son elegibles para votar, si quieren. En anticipación a la elección, el Malala Fund Education Champions en Brasil creó una carta de compromiso educacional de 40 puntos para que los candidatos firmaran. El documento alienta a las autoridades electas de Brasil a tomar medidas para un sistema de educación público más robusto por medio de medidas como la ampliación de los recursos escolares y mejores salarios para los profesores.

Como Francielly, Evilyn ya está registrada para votar, y ella también hizo un video para influenciar a otros adolescentes como ella a votar como parte del Proyecto Mandacaru Malala, que ayuda a las niñas a proteger su derecho a la educación.

Iasmim, sin embargo, participó del Colectivo Malala en el Congreso Nacional, donde pudo conocer niñas de todo el país y pasó a entender que el problema de la negligencia en relación a la educación pública se extendía mucho más allá de su comunidad. "Vi que esto no solo sucedió en los quilombos, sino que también sucedió en la periferia", comenta. "Este rechazo de las escuelas públicas ocurre en casi todas las escuelas." Para Iasmim, la esperanza está en las jóvenes brasileñas que atraviesan divisiones geográficas y étnicas para luchar, valientemente, por su propio derecho a la educación - y una por la otra. "El poder del voto es revolucionario", dice. "Muchas personas dicen 'los jóvenes son el futuro.' Nosotros somos el futuro - y el ahora. Si queremos que el futuro sea mejor, tenemos que cambiar ya. Tenemos que hacer una revolución."

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Renata Carlos Daou

(she/her) is a 21-year-old student from Manaus, Amazonas, Brazil. She studies international politics and broadcast journalism at Penn State, and is a former Assembly editorial intern. Her hobbies include reading and writing, editing pictures and dancing for fun. She also likes to learn new languages; she currently speaks four and is trying to learn a fifth. Fun fact: She wrote a book! You can follow her adventures on Instagram.